En pleno siglo XXI, el nacimiento sigue siendo uno de los escenarios donde más se vulneran los derechos humanos de las mujeres. Aunque la ciencia médica ha logrado avances extraordinarios en la reducción de la mortalidad materna e infantil, lo cierto es que el modelo biomédico imperante ha despojado al parto de su carácter fisiológico, sexual, humano y vincular. En su lugar, ha impuesto rutinas, protocolos rígidos, intervenciones innecesarias y prácticas que, aunque normalizadas, constituyen formas de violencia institucional: hablamos de violencia obstétrica.
Este ensayo es una invitación a mirar el parto desde el enfoque de derechos humanos, reconociendo que respetar los procesos del cuerpo femenino y el vínculo madre-bebé no es una opción ética: es una obligación legal, sanitaria y humana.
¿Qué es un parto respetado?
Un parto respetado es aquel en el que se garantiza a la mujer y a su bebé un ambiente seguro, íntimo y libre de violencia, donde se respetan sus tiempos, decisiones, necesidades emocionales, culturales y biológicas. Es un parto donde se honra la capacidad del cuerpo para parir, se acompaña sin intervenir, se informa sin imponer, y se protege sin dominar.
No se trata de si fue en casa o en hospital, con o sin anestesia, vaginal o por cesárea. Se trata de si fue elegido, informado y vivido desde la dignidad y la autonomía.
¿Qué es violencia obstétrica?
La violencia obstétrica es la forma específica de violencia de género ejercida por profesionales de la salud y las instituciones durante el embarazo, parto, posparto o pérdidas gestacionales. Incluye:
Trato deshumanizado o infantilizante
Realización de procedimientos sin consentimiento
Comentarios ofensivos o culpabilizantes
Impedir la presencia de acompañantes
Separar a la madre del bebé sin justificación
No brindar información clara y oportuna
Intervenir sin necesidad clínica (Kristeller, episiotomías rutinarias, oxitocina innecesaria)
En Costa Rica, 9 de cada 10 mujeres reportan haber sufrido algún tipo de violencia obstétrica durante su atención perinatal [1]. A nivel mundial, esta cifra alcanza entre el 20% y el 70% dependiendo del país y el tipo de sistema de salud [2].
Ejemplos cotidianos de violencia obstétrica
Negar comida y agua durante el trabajo de parto sin motivo médico
Realizar tactos vaginales reiterados por distintos profesionales sin consentimiento
Programar cesáreas por comodidad institucional sin razón clínica
Decidir sin consultar: “te vamos a romper la fuente”, “te vamos a poner algo para acelerar”
Separar al bebé de su madre sin urgencia médica
No permitir la entrada del acompañante en cesáreas
Minimizar el dolor emocional en pérdidas gestacionales con frases como “aún no era un bebé”
El plan de parto y de cesárea: herramientas de autonomía
El plan de parto o plan de cesárea es un documento en el que la mujer expresa sus deseos, preferencias y límites frente al proceso de parto o cirugía. Es una herramienta legítima que fortalece la toma de decisiones informadas y ayuda al equipo de salud a brindar una atención personalizada y respetuosa [3].
Los planes pueden incluir: deseo de estar acompañada, evitar episiotomía, preferencia por movimientos libres, evitar anestesia si no es requerida, no separar al bebé, contacto piel con piel, entre otros.
Plan de lactancia: continuidad del respeto
El plan de lactancia es otra herramienta esencial para garantizar que, después del nacimiento, el derecho a alimentar y vincularse con el bebé sea protegido. Este documento puede incluir: evitar ofrecer fórmulas sin indicación, evitar biberones, brindar apoyo de personal capacitado, respeto a los tiempos del bebé y acompañamiento en caso de dificultades.
La lactancia, como el parto, es un proceso vulnerable a la intervención, la violencia institucional y la desinformación. Actualmente, solo el 38% de los bebés costarricenses recibe lactancia materna exclusiva a los 6 meses, a pesar de que la OMS recomienda mantenerla hasta los dos años o más [4].
El derecho a estar acompañada: siempre
Toda mujer tiene derecho a estar acompañada por una persona de su elección durante el trabajo de parto, parto y posparto, sea parto vaginal o cesárea, espontáneo o inducido, en curso o en pérdida gestacional. Este derecho está respaldado por la OMS, la FIGO y diversas legislaciones nacionales e internacionales.
La presencia de una figura significativa mejora los resultados obstétricos, reduce el estrés materno y facilita la instauración del vínculo madre-bebé [5].
Consentimiento informado: clave para el respeto
Una intervención médica, por mínima que sea, no puede realizarse sin el consentimiento de la paciente. Y ese consentimiento solo es válido si fue:
Precedido por información clara, completa y comprensible
Libre de coerción
Otorgado de forma voluntaria
Explicar los beneficios, riesgos y alternativas de cada procedimiento permite que la madre participe activamente en su proceso, en lugar de ser una espectadora pasiva.
La obsesión por controlar: una herencia que debemos cuestionar
En muchos hospitales, el parto se ha convertido en un evento que debe controlarse, acelerarse, vigilarse y corregirse. Pero parir no es una emergencia. Es una función fisiológica que necesita tiempo, oscuridad, seguridad, privacidad y confianza. El miedo a lo imprevisible, la presión por cumplir protocolos o el deseo de evitar demandas legales han llevado a que el modelo obstétrico olvide que el parto no es un acto médico, sino un acto de la naturaleza.
Es urgente desaprender lo aprendido: cada cuerpo, cada bebé y cada proceso tienen sus propios ritmos. Y el entorno emocional, físico y simbólico en que se da el nacimiento es determinante para el resultado.
Las consecuencias de la violencia obstétrica
La violencia obstétrica no termina con el alta médica. Tiene efectos duraderos:
Físicos: desgarros, infecciones, dolor crónico, disfunción del suelo pélvico
Emocionales: ansiedad, culpa, duelo, trauma, estrés postraumático
Psicosociales: aislamiento, ruptura de vínculos, desconfianza en el sistema de salud
Sexuales: pérdida de deseo, dolor en las relaciones, rechazo del propio cuerpo
En el vínculo con el bebé: dificultades para amamantar, rechazo, ansiedad, disociación
La depresión postparto afecta hasta al 25% de las mujeres en países de ingresos medios como Costa Rica, y su prevalencia está asociada directamente a la experiencia negativa del parto y la falta de apoyo emocional [6].
Parir con respeto es un derecho, no un privilegio
La humanización del parto no es una moda ni una ideología. Es una exigencia ética y sanitaria respaldada por evidencia científica. Respetar el nacimiento es reconocer que el cuerpo femenino sabe. Que el vínculo madre-bebé es sagrado. Que la dignidad no se negocia ni en el quirófano, ni en la sala de partos, ni en medio de una pérdida.
Parir con respeto es parir con derechos. Y garantizar esos derechos es responsabilidad de todas las personas que acompañamos estos procesos.
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Dra. Marianela Hernández Chaves
Especialista en parto fisiológico y emergencias obstétricas
Especialista en lactancia materna
Educadora perinatal
Referencias
1.INEC. Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva. San José: Instituto Nacional de Estadística y Censos; 2015.
2.Bohren MA, Vogel JP, Hunter EC, Lutsiv O, Makh SK, Souza JP, et al. The mistreatment of women during childbirth in health facilities globally: a mixed-methods systematic review. PLoS Med. 2015;12(6):e1001847.
3.WHO. Standards for improving quality of maternal and newborn care in health facilities. Geneva: World Health Organization; 2016.
4.UNICEF. The State of the World’s Children 2023. For every child, nutrition. New York: United Nations Children’s Fund; 2023.
5.Hodnett ED, Gates S, Hofmeyr GJ, Sakala C. Continuous support for women during childbirth. Cochrane Database Syst Rev. 2013;7:CD003766.
6.Stewart DE, Vigod SN. Postpartum depression: pathophysiology, treatment, and emerging therapeutics. Annu Rev Med. 2019;70:183–196.