La ginecología, como disciplina central en la atención de la salud sexual y reproductiva, ocupa un lugar de enorme poder y responsabilidad en la vida de las mujeres. Este poder, sin embargo, debe ser revisado, resignificado y ejercido con conciencia crítica, especialmente en un momento tan trascendente como el embarazo, el parto y el posparto.
Este ensayo invita a abrir espacios de reflexión dentro de la práctica ginecológica, para revisar no solo las intervenciones clínicas, sino también las lógicas de poder, los hábitos automatizados y los discursos médicos que aún hoy reproducen violencias obstétricas normalizadas y despojan a las mujeres de su autonomía corporal. Hablar de ginecología con perspectiva de derechos es también hablar de ética profesional, justicia reproductiva y transformación estructural del sistema sanitario.
Derechos reproductivos y violencia obstétrica: una urgencia en la agenda ginecológica
Incluir una perspectiva de derechos en la atención ginecológica implica reconocer que el cuerpo de la mujer no puede ser tratado como un objeto clínico, ni el nacimiento como un procedimiento a controlar. Durante el embarazo y el parto, se toman decisiones médicas con enorme impacto físico, emocional y vincular para la madre y su bebé.
La violencia obstétrica, reconocida por la OMS como una forma de maltrato institucional y una violación a los derechos humanos, incluye acciones como:
Realizar procedimientos sin consentimiento
Minimizar o invalidar el dolor de la mujer
Interrumpir el proceso fisiológico con intervenciones innecesarias
Negar la compañía de una persona significativa
Imponer decisiones clínicas sin diálogo ni información
Desde la ginecología, es urgente asumir un rol activo en la prevención, reparación y erradicación de estas prácticas, que siguen presentes en muchas instituciones bajo la forma de “rutinas” o “protocolos”.
¿Cómo identificar prácticas obstétricas que perpetúan violencia?
No basta con no ejercer violencia de forma intencional. La violencia obstétrica muchas veces se reproduce desde la formación profesional, los discursos institucionales o la omisión del consentimiento informado. Señales que deben alertarnos incluyen:
Usar frases como “esto es por tu bien” sin explicar procedimientos
Indicar cesáreas por conveniencia o agenda médica
Realizar episiotomías sin informar ni preguntar
Tratar con impaciencia a mujeres que expresan miedo o dolor
Prescribir fármacos para acelerar el parto sin justificación clara
Impedir posiciones libres, luz tenue o movimiento durante el trabajo de parto
Estas prácticas no son triviales. Construyen memorias de parto traumáticas, bloquean el vínculo con el bebé y afectan la percepción que tiene la mujer sobre su propio cuerpo y su capacidad de maternar [1].
Las consecuencias de un parto intervenido: cuerpos y vínculos heridos
Desde la experiencia clínica y la evidencia científica, sabemos que un parto excesivamente intervenido o una cesárea sin justificación médica pueden generar secuelas profundas, tanto físicas como emocionales:
Mayor riesgo de infecciones, dolor pélvico crónico, disfunción del suelo pélvico
Aumento de la prevalencia de estrés postraumático y depresión posparto
Interferencia en la instauración de la lactancia materna
Dificultades para establecer el apego madre-bebé
Disociación corporal y pérdida de confianza en sí misma [2,3]
Cuando el parto deja de ser una experiencia de empoderamiento y se convierte en una situación vivida con miedo, coerción o abandono emocional, la herida no solo es ginecológica: es existencial.
Estrategias para reducir la medicalización y favorecer el respeto a la fisiología
La reducción de intervenciones innecesarias y la promoción del parto respetado no deben depender de voluntades individuales, sino de políticas institucionales claras, acompañadas de formación continua y cambios estructurales. Algunas acciones clave incluyen:
Incorporar la biomecánica del parto y la neurofisiología del nacimiento en la formación médica
Promover el trabajo interdisciplinario con parteras, enfermeras, doulas y psicólogas perinatales
Implementar protocolos centrados en la evidencia, no en la rutina institucional
Fomentar la elaboración de planes de parto y cesárea como herramientas de comunicación y autonomía
Habilitar espacios de feedback, escucha activa y revisión crítica de prácticas
Estos cambios no sólo mejoran la experiencia de la usuaria, sino que disminuyen complicaciones, reducen costos institucionales y fortalecen la relación terapéutica [4].
La ginecología como motor de cambio: ética, poder y conciencia
La ginecología tiene un lugar privilegiado y estratégico dentro del sistema de salud. Por ello, su rol no puede ser neutro. Tiene la posibilidad —y la responsabilidad— de liderar la transición hacia una atención perinatal centrada en derechos humanos, autonomía corporal y respeto profundo por los procesos fisiológicos del cuerpo femenino.
Ejercer la ginecología con esta perspectiva implica:
Escuchar más que intervenir
Acompañar más que controlar
Validar la experiencia emocional, no solo los signos clínicos
Formarse en lactancia materna, salud mental perinatal y trauma obstétrico
Ser parte activa de una cultura del parto como experiencia sexual, biológica y espiritual
El sistema obstétrico necesita menos verticalidad y más humanidad. Menos imposición y más diálogo. Y la ginecología puede —y debe— ser una voz transformadora dentro de este cambio urgente.
Parir con respeto es un derecho, no una concesión
Parir no es solo traer un hijo al mundo. Es un momento fundacional que marca la memoria corporal y emocional de una mujer. La forma en que se la acompañe desde la medicina no solo afecta su salud física, sino también su sexualidad, su autoestima, su capacidad de vincularse y su derecho a decidir sobre su cuerpo.
Por eso, la ginecología debe dejar de ser una especialidad que interviene y convertirse en una disciplina que escucha, acompaña y respeta. Porque cuando una mujer es tratada con dignidad, toda la sociedad se transforma.
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Dra. Marianela Hernández Chaves
Especialista en parto fisiológico y emergencias obstétricas
Especialista en lactancia materna
Educadora perinatal
Referencias
1.Bohren MA, Vogel JP, Hunter EC, Lutsiv O, Makh SK, Souza JP, et al. The mistreatment of women during childbirth in health facilities globally: a mixed-methods systematic review. PLoS Med. 2015;12(6):e1001847.
2.Beck CT. Birth trauma and its sequelae. J Trauma Nurs. 2011;18(4):180–90.
3.Elmir R, Schmied V, Wilkes L, Jackson D. Women’s perceptions and experiences of a traumatic birth: a meta-ethnography. J Adv Nurs. 2010;66(10):2142–53.
4.World Health Organization. Intrapartum care for a positive childbirth experience. Geneva: WHO; 2018.