Hablar del parto como una experiencia sexual sigue siendo un tabú, incluso en entornos donde se promueve la atención humanizada. Durante siglos, la medicalización del nacimiento ha despojado a las mujeres de la posibilidad de vivir el parto con conciencia corporal, placer y empoderamiento. Sin embargo, desde la fisiología, la neuroendocrinología y la sexología, sabemos que el parto no es solo un acto reproductivo, sino una experiencia profundamente sexual, emocional y transformadora.
Este ensayo invita a repensar el parto no desde el miedo o el control, sino desde la potencia erótica, la autonomía corporal y la capacidad de dar vida desde un lugar de poder, y no de pasividad. Integrar esta visión en la atención perinatal puede cambiar radicalmente la forma en que las mujeres se vinculan con sus cuerpos, con sus bebés y con su sexualidad después del nacimiento.
Reconocer el parto como una experiencia sexual: una mirada fisiológica y emocional
Desde un enfoque fisiológico, el parto está regido por las mismas hormonas que participan en el placer sexual: oxitocina, endorfinas, adrenalina y prolactina. La oxitocina, conocida como la hormona del amor, se libera durante el orgasmo, el parto, el nacimiento y la lactancia. Su presencia genera contracciones uterinas, facilita la eyección de la leche y promueve el apego madre-bebé [1].
Asimismo, el parto activa regiones del cerebro asociadas al sistema límbico, la memoria emocional y el placer, de manera similar a como lo hace la experiencia sexual. Michel Odent y Sarah Buckley han destacado que el parto requiere las mismas condiciones que el erotismo: privacidad, seguridad, oscuridad y ausencia de observación [2,3].
Reconocer esta dimensión sexual no implica erotizar el parto en términos genitales o pornográficos, sino reivindicar el poder del cuerpo femenino como fuente de placer, instinto y sabiduría. Este enfoque permite que las mujeres se sientan protagonistas, activas y conectadas con su vivencia.
Barreras culturales, históricas e institucionales al placer en el parto
Durante siglos, el cuerpo de las mujeres ha sido objeto de control, silenciamiento y fragmentación. El parto fue progresivamente medicalizado y trasladado al ámbito hospitalario, donde el modelo hegemónico lo entendió como un evento patológico, peligroso y que debía ser dirigido por la autoridad médica.
Las consecuencias de esta mirada aún persisten:
-Entornos fríos, intervenidos, expuestos, sin intimidad
-Protocolos que priorizan el control sobre la experiencia emocional
-Ausencia de formación del personal en la dimensión sexual del parto
-Tacto vaginal repetido y sin consentimiento, que puede ser revictimizante
-Negación del placer como posibilidad legítima durante el nacimiento
Todo esto impide que muchas mujeres puedan vivir el parto desde el placer, la autonomía y el respeto por su cuerpo, reforzando narrativas de miedo, dolor y desconexión.
Cesáreas no deseadas y parto intervenido: efectos en la sexualidad y la autoestima corporal
Cuando una mujer atraviesa una cesárea innecesaria o una intervención obstétrica sin información ni consentimiento, se produce una ruptura del derecho a la autonomía corporal. Las consecuencias no son solo médicas, sino también emocionales y sexuales.
Muchas mujeres refieren, después de estas experiencias:
-Sentimientos de violación o invasión
-Pérdida de confianza en su cuerpo
-Disociación emocional durante el puerperio
-Dolor en las relaciones sexuales (dispareunia)
-Disminución del deseo sexual
-Dificultades para conectarse emocionalmente con el bebé [4]
Estas experiencias son parte del continuum de violencia obstétrica y afectan directamente la salud mental y sexual materna. Reparar estas heridas requiere acompañamiento, validación del trauma y espacios de escucha profesional.
Empoderamiento sexual y lactancia materna: un vínculo profundo
La capacidad de amamantar también está vinculada a la vivencia corporal, erótica y emocional de la mujer. La lactancia, como el parto, activa los circuitos del placer. El contacto piel con piel, la succión del bebé y la liberación de oxitocina generan sensaciones placenteras y de relajación.
Sin embargo, cuando el cuerpo ha sido medicalizado o violentado durante el parto, muchas mujeres viven la lactancia desde la incomodidad, el rechazo o el dolor, lo que afecta su duración y disfrute. El empoderamiento sexual, entendido como conexión, aceptación y disfrute del cuerpo, favorece la producción hormonal, el contacto afectivo y el sostenimiento de la lactancia [5].
Por eso, recuperar el placer en la vivencia corporal no es un lujo: es una estrategia de salud física y emocional para la madre y su bebé.
¿Qué puede aportar la sexología a la atención perinatal?
La sexología, como disciplina integral, puede ofrecer una mirada amplia y profundamente transformadora para el diseño de políticas y prácticas perinatales. Sus aportes incluyen:
-Formación del personal en fisiología sexual del parto y la lactancia
-Perspectiva de género y derechos sexuales y reproductivos
-Acompañamiento terapéutico en procesos de trauma obstétrico
-Estrategias para fortalecer el vínculo con el cuerpo, el placer y el deseo
-Validación de experiencias emocionales diversas durante el embarazo y el puerperio
-Promoción de decisiones informadas, placenteras y alineadas con los deseos de cada mujer
Una atención perinatal verdaderamente integral no puede separar la sexualidad de la salud, ni la emoción del cuerpo. Integrar la mirada sexológica enriquece el cuidado, previene la violencia obstétrica y promueve el bienestar genuino.
Aportes de Michel Odent: el parto como una ruta hacia la trascendencia
En su libro Las funciones de los orgasmos, Michel Odent afirma que:
“La fisiología del parto y la del orgasmo están íntimamente relacionadas. Ambos procesos dependen de las mismas hormonas y de las mismas condiciones: seguridad, intimidad, ausencia de observación y un entorno que no active el neocórtex” [2].
Odent también sostiene que:
“Cuanto más se activa la mente racional —el neocórtex— durante el parto, más difícil es para el cuerpo liberar oxitocina. Y sin oxitocina, no hay parto fisiológico, no hay placer, no hay amor” [2].
Estos planteamientos nos invitan a reconectar con el instinto, con lo mamífero, con lo sagrado del cuerpo en estado de apertura total. Ver el parto como una vía hacia la trascendencia y el empoderamiento es, para Odent, una posibilidad concreta cuando se respetan sus códigos biológicos y emocionales.
Parir con placer es posible, y además es nuestro derecho
Parir desde el placer no es una fantasía idealista. Es una posibilidad fisiológica, emocional y política. Las mujeres tienen derecho a vivir su parto como una experiencia transformadora, no traumática. Como profesionales, es nuestro deber proteger ese derecho, crear entornos seguros y resignificar el nacimiento como un acto de poder, amor y conciencia corporal.
Hablar del parto como experiencia sexual es, en definitiva, hablar de libertad.
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Dra. Marianela Hernández Chaves
Especialista en parto fisiológico y emergencias obstétricas
Especialista en lactancia materna
Educadora perinatal
Referencias
1.Uvnäs Moberg K. The oxytocin factor: tapping the hormone of calm, love and healing. 2nd ed. London: Pinter & Martin; 2011.
2.Odent M. The Functions of the Orgasms: The Highways to Transcendence. London: Pinter & Martin; 2009.
3.Buckley S. Hormonal physiology of childbearing: evidence and implications for women, babies, and maternity care. Washington, DC: Childbirth Connection; 2015.
4.Elmir R, Schmied V, Wilkes L, Jackson D. Women’s perceptions and experiences of a traumatic birth: a meta-ethnography. J Adv Nurs. 2010;66(10):2142–53.
5.Kendall-Tackett K. Psychological trauma and breastfeeding: symptomatology and treatment. Clin Lactation. 2014;5(3):94–100.