La atención al parto es un momento decisivo no solo para la salud física de la madre y el bebé, sino también para su salud emocional y mental. Sin embargo, en muchos contextos institucionales, la medicalización excesiva y las intervenciones innecesarias siguen siendo prácticas comunes que no solo carecen de justificación clínica, sino que generan heridas profundas e invisibles en la experiencia de quienes paren. Cesáreas sin indicación, episiotomías rutinarias, tactos reiterados o la maniobra Kristeller no son procedimientos neutrales: pueden ser percibidos como formas de violencia obstétrica que impactan la salud mental materna de manera duradera.
Este ensayo invita a repensar la atención perinatal desde una perspectiva ética, neurobiológica y psicológica, donde se reconozca que el respeto, la información y el acompañamiento emocional son tan importantes como la técnica médica.
El impacto emocional de las intervenciones innecesarias
La cesárea sin justificación médica, la episiotomía sin consentimiento o la maniobra Kristeller —prohibida en múltiples países— pueden provocar en la mujer una vivencia de invasión, pérdida de control, vulnerabilidad y violencia, especialmente cuando no hay consentimiento informado, acompañamiento ni contención emocional.
Desde la psicología perinatal, se ha demostrado que estas experiencias pueden desencadenar:
Estrés postraumático postparto (PTSD)
Ansiedad y ataques de pánico
Trastornos depresivos
Dificultades en el vínculo con el bebé
Disociación emocional del evento de nacimiento
Disfunciones sexuales y baja autoestima corporal [1,2]
El cuerpo, que debía ser fuente de poder y creación, se convierte en un territorio violado y desconectado. Las mujeres no olvidan el modo en que fueron tratadas durante el parto. Esta memoria emocional condiciona su maternidad, su salud mental y sus relaciones futuras.
Desinformación y falta de consentimiento: el trauma evitable
La falta de información clara, la imposición de procedimientos sin explicar los riesgos o la anulación de la voz de la madre son elementos que, desde la psicología perinatal, se identifican como factores de riesgo para desarrollar trastornos emocionales en el posparto. El consentimiento no es un trámite administrativo: es una herramienta de autonomía y protección emocional.
Cuando se ignora este derecho básico, muchas mujeres viven el parto como algo que “les hicieron”, no como algo que atravesaron desde su poder. Esto puede generar culpa, enojo, confusión, tristeza y aislamiento. La narrativa interna no se construye desde la experiencia empoderada, sino desde la pérdida de agencia. Esto afecta no solo a la madre, sino también al vínculo con el bebé y a la percepción de sí misma como capaz de maternar [3].
El poder del parto respetado: una mirada neurobiológica y vincular
Un parto respetado y fisiológico, en cambio, favorece la liberación de oxitocina, endorfinas y dopamina, hormonas vinculadas con el placer, el vínculo y el bienestar. Estas sustancias, liberadas en un entorno de confianza, intimidad y acompañamiento, tienen efectos positivos no solo en la experiencia emocional inmediata, sino en la organización del vínculo madre-bebé y en la prevención de trastornos afectivos.
Desde la neurobiología, sabemos que la oxitocina actúa como un modulador del estrés, refuerza el apego y mejora la capacidad de cuidado. Un parto donde la mujer se siente escuchada, respetada y libre de violencia fortalece su seguridad interna, su autoestima y su conexión con el recién nacido, creando una base emocional sólida para el puerperio y la lactancia [4].
Señales de alarma: identificar el trauma postparto
El personal de salud tiene una responsabilidad activa en la detección temprana de síntomas emocionales postparto. Algunas señales de alerta incluyen:
Llanto persistente, tristeza intensa o desesperanza
Irritabilidad o ansiedad constante
Evitación del contacto con el bebé
Insomnio severo o fatiga extrema
Narrativas de culpa, fracaso o autodevaluación
Rechazo a hablar sobre el parto o conductas disociativas
Estas manifestaciones pueden indicar la presencia de depresión postparto, ansiedad, duelo no resuelto o trauma perinatal. Es fundamental no minimizar estos síntomas ni atribuirlos a “las hormonas”: requieren abordaje profesional, contención empática y derivación oportuna [5].
Hacia una atención emocionalmente segura: herramientas para los equipos de salud
Los equipos de salud pueden —y deben— adoptar medidas concretas para validar la dimensión emocional del nacimiento:
Formarse en salud mental perinatal y trauma obstétrico
Garantizar el consentimiento informado y la participación activa de la mujer
Fomentar espacios íntimos, seguros y libres de juicios
Ofrecer acompañamiento continuo, especialmente por parte de profesionales capacitados en apoyo emocional
Incluir a psicólogos/as perinatales en los equipos de maternidad
Abrir canales de retroalimentación y reparación cuando se han vulnerado derechos
Humanizar la atención es reconocer que el nacimiento no es solo un evento médico, sino una vivencia profundamente emocional. Cuidar ese momento desde lo físico, lo psicológico y lo relacional es prevenir daño y promover salud integral para toda la familia.
Intervenir sin necesidad es herir donde debería nacer vida
El nacimiento puede ser un umbral de empoderamiento o un escenario de trauma. Las decisiones que tomamos como profesionales de la salud dejan huellas que trascienden el momento clínico. Parar y pensar antes de intervenir, preguntar antes de hacer, acompañar antes que dirigir, son actos profundamente terapéuticos.
Desmedicalizar no significa abandonar. Significa confiar. Validar. Escuchar. Y sobre todo, recordar que en el centro de la atención está una mujer con historia, emociones y dignidad.
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Dra. Marianela Hernández Chaves
Especialista en parto fisiológico y emergencias obstétricas
Especialista en lactancia materna
Educadora perinatal
Referencias
1.Beck CT. Post-traumatic stress disorder due to childbirth: the aftermath. Nurs Res. 2004;53(4):216–24.
2.Ayers S, Jessop D, Pike A, Parfitt Y, Ford E. The impact of postnatal PTSD on mother-infant relations: a review of the evidence. Birth. 2014;41(3):256–64.
3.Simkin P. Just another day in a woman’s life? Part II: Nature and consistency of women’s long-term memories of their first birth experience. Birth. 1992;19(2):64–81.
4.Uvnäs Moberg K. The oxytocin factor: tapping the hormone of calm, love and healing. London: Pinter & Martin; 2011.
5.Kendall-Tackett K. Treating the lifetime health effects of childhood victimization. Clin Lactation. 2014;5(3):94–100.