En la práctica clínica cotidiana, solemos asociar el concepto de “cuidado humanizado” con grandes reformas institucionales, recursos adicionales o cambios estructurales. Sin embargo, la humanización del parto y del nacimiento no empieza en una política pública ni en una norma clínica, sino en la presencia consciente, empática y ética de cada profesional que acompaña estos procesos. Es en los gestos cotidianos donde más se juega el bienestar —y muchas veces la dignidad— de una mujer que está pariendo, amamantando o atravesando una pérdida.
Este ensayo busca reflexionar, junto a profesionales de la salud y estudiantes, sobre cómo las prácticas simples y humanas pueden transformar profundamente la experiencia perinatal y contribuir a reducir la medicalización innecesaria, el trauma obstétrico y el daño emocional.
¿Qué prácticas simples pueden transformar la experiencia del parto?
Hay intervenciones no farmacológicas y no técnicas que, cuando son ofrecidas con consciencia y respeto, potencian el parto fisiológico, reducen la ansiedad y devuelven protagonismo a la mujer. Entre ellas:
Hablar con la mujer por su nombre, presentarse y explicar lo que va a suceder
Ofrecer agua, acompañamiento y movimiento libre durante el trabajo de parto
Permitir el uso de luces tenues, música y silencio respetuoso
Acompañar con masajes, calor local o cambios posturales
Validar las emociones con frases como: “estás haciendo un gran trabajo”, “confiamos en tu cuerpo”
Estas prácticas —aparentemente simples— no solo mejoran la experiencia subjetiva, sino que también tienen efectos clínicos comprobados, como menor uso de analgesia farmacológica, menor duración del trabajo de parto y menor necesidad de intervenciones médicas [1].
En contextos hospitalarios rígidos, ¿cómo humanizar desde el gesto?
Sabemos que en muchos centros de salud los protocolos, tiempos institucionales y escasez de personal limitan la posibilidad de acompañar como se quisiera. Sin embargo, un sistema rígido no justifica una atención deshumanizada.
Algunas actitudes que marcan la diferencia incluso en estos entornos:
Pedir permiso antes de tocar el cuerpo de una mujer
Explicar en lenguaje claro y respetuoso cada paso del procedimiento
No infantilizar ni culpabilizar: escuchar sin juzgar
Asegurar el derecho a estar acompañada en todo momento, incluso en cesáreas
Permitir que las decisiones clínicas se tomen con el consentimiento informado y reflexivo, no en piloto automático
Estos gestos no cuestan dinero. Requieren disposición, ética, empatía y una conciencia clara de que el cuerpo que se atiende no es solo un útero: es una mujer que siente, recuerda y construye memorias desde ese momento.
Cesáreas innecesarias e intervenciones no informadas: consecuencias silenciadas
La cesárea, cuando es necesaria, salva vidas. Pero cuando se indica sin justificación clínica, por miedo, prisa o comodidad institucional, deja huellas profundas en la mujer, su cuerpo y su salud mental.
Las mujeres que han vivido cesáreas innecesarias o intervenciones sin consentimiento suelen reportar:
Sentimientos de violación corporal o invasión
Dolor crónico, adherencias, infecciones
Culpa, fracaso, tristeza o rabia frente a una experiencia que no sintieron propia
Dificultades en el establecimiento del vínculo con el bebé
Riesgo elevado de depresión postparto y estrés postraumático [2,3]
Estas consecuencias no se resuelven con una hoja de alta. Acompañan a la mujer mucho tiempo, y muchas veces interfieren en su capacidad de maternar con bienestar.
El papel del personal de enfermería tras el nacimiento
En los minutos posteriores al parto, la enfermería ocupa un lugar esencial y privilegiado para garantizar el bienestar del binomio madre-bebé. El contacto piel con piel inmediato, el inicio precoz de la lactancia y la contención emocional son prácticas determinantes para la salud a corto y largo plazo.
Entre sus funciones clave:
Facilitar el contacto continuo entre madre y bebé sin interrupciones innecesarias
Acompañar el inicio del amamantamiento sin juzgar, con escucha activa y tacto amable
Detectar signos de angustia o dificultad en la madre, y ofrecer intervención oportuna
Evitar la separación innecesaria y garantizar la no administración de suplementos sin indicación clínica y consentimiento
La enfermería no solo cuida. Sostiene, observa, facilita y empodera. Y ese poder debe usarse con plena conciencia de su impacto.
Saber cuándo intervenir y cuándo sostener: el arte del respeto
La tentación de intervenir es uno de los mayores riesgos en la atención perinatal. A veces, el acto más sabio no es hacer, sino estar.
Reconocer los momentos en los que no se debe interferir en un parto que avanza normalmente es tan importante como saber responder ante una urgencia real. Para esto, se requiere formación, humildad y un enfoque basado en la evidencia, no en la rutina.
Un sistema que mide y controla cada centímetro de dilatación o cada minuto del trabajo de parto, muchas veces rompe más de lo que protege. Los cuerpos tienen ritmos propios, y el parto no es una secuencia mecánica, sino un proceso neuroendocrino, sexual, emocional y espiritual [4].
Conclusión: humanizar no es un lujo, es una obligación
La atención perinatal humanizada no es una utopía. Es una práctica diaria, sencilla, concreta y poderosa. No requiere grandes presupuestos, pero sí requiere mirada ética, escucha profunda y voluntad de transformación.
Humanizar es recordar que detrás de cada procedimiento hay una historia. Que cada mujer merece ser protagonista de su experiencia. Que acompañar con respeto es el primer acto de salud. Que el nacimiento no es solo el comienzo de una vida, sino también el comienzo de una memoria.
Y que el modo en que cuidamos ese momento deja huellas para siempre.
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Dra. Marianela Hernández Chaves
Especialista en parto fisiológico y emergencias obstétricas
Especialista en lactancia materna
Educadora perinatal
Referencias
1.Bohren MA, Hofmeyr GJ, Sakala C, Fukuzawa RK, Cuthbert A. Continuous support for women during childbirth. Cochrane Database Syst Rev. 2017;7(7):CD003766.
2.Betrán AP, Torloni MR, Zhang JJ, Gülmezoglu AM. WHO Statement on Caesarean Section Rates. BJOG. 2016;123(5):667-70.
3.Elmir R, Schmied V, Wilkes L, Jackson D. Women’s perceptions and experiences of a traumatic birth: a meta-ethnography. J Adv Nurs. 2010;66(10):2142–53.
4.Buckley SJ. Hormonal physiology of childbearing: Evidence and implications for women, babies, and maternity care. Washington, DC: Childbirth Connection; 2015.